El miedo: que es y por qué lo sentimos
- Gabriela Borraccetti

- 25 sept
- 4 Min. de lectura
El miedo es una emoción universal. Todos lo experimentamos en distintas formas: desde un sobresalto pasajero hasta una angustia que nos paraliza. A veces nos protege, porque nos advierte de un peligro real. Pero en otras ocasiones se convierte en una carga que genera ansiedad, culpa o sensación de amenaza constante.
Para comprenderlo en profundidad conviene recorrer tres miradas: el psicoanálisis de Freud, la psicología profunda de Jung y el arquetipo de Saturno, ligado a la mitología y la astrología psicológica. Cada una aporta claves para pensar el miedo no como un simple síntoma, sino como un camino de transformación.
Freud: miedo, padre y Superyó
En el psicoanálisis de Freud, el miedo no se limita a una reacción instintiva. En su obra Tótem y tabú, Freud mostró cómo el padre primitivo se convierte en figura de temor y respeto: aquel que prohíbe, que impone la ley y que organiza la vida del clan.
En la infancia, este miedo aparece con el Complejo de Edipo. El niño teme al padre como figura que amenaza con la castración simbólica, es decir, con el límite al deseo "no podés hacer todo lo que desees". Ese temor se interioriza y da origen al Superyó, la instancia psíquica que vigila, sanciona, genera culpa y, en ocasiones, terror interno.
Así, en el psicoanálisis, el miedo está directamente conectado con la autoridad interiorizada. Puede protegernos, porque nos ordena y nos adapta a la cultura porque suplanta el impulso por las leyes y el respeto a ellas, pero también puede ser fuente de sufrimiento cuando se vuelve excesivo y genera ansiedad por sentir que todo está prohibido o que somos muy pequeños e ineptos ante la autoridad de ese "padre terrible" que está siempre vigilando.
Jung: miedo y sombra
Carl Gustav Jung, por su parte, -fundador de la psicología analítica-, interpretó el miedo de otra manera. Para él, lo que nos aterra muchas veces es el reflejo de lo que hemos reprimido en nuestro interior: la sombra, que es el conjunto de aspectos de nosotros mismos que negamos o rechazamos. Allí viven deseos, emociones y hasta potencialidades que no encajan con la imagen que queremos mostrar. El miedo surge porque enfrentarla nos resulta incómodo o amenazante.
Pero Jung también subrayó que el miedo puede ser un puente hacia la individuación: el proceso de volvernos más completos y auténticos. Cuando nos atrevemos a mirar la sombra de frente, hacemos que aquello que parecía

monstruoso, pueda revelarse como fuente de energía y crecimiento.
En este sentido, miedo y sombra están íntimamente ligados: lo que rechazamos se convierte en fantasma, pero al integrarlo, el miedo se transforma en aprendizaje y en mejor definición de quienes somos. Entendemos nuestros límites, asumimos un lugar de autoridad y ya no tememos: tenemos desafíos y junto con ellos, también tropiezos y pérdidas.
Saturno: el arquetipo del miedo y del límite
En astrología psicológica, el miedo se asocia con Saturno, equivalente al Cronos de la mitología griega. Saturno es el dios del tiempo, el que nos recuerda que todo concluye: la juventud, los vínculos, las etapas de la vida. Nos enfrenta a la realidad de que no somos eternos ni omnipotentes.
Este arquetipo simboliza los límites, las responsabilidades y las pruebas de madurez. Cada vez que Saturno se activa en la carta natal, aparecen lecciones que no son negociables: aceptar pérdidas, enfrentar la soledad, asumir nuevas obligaciones. Sus enseñanzas no son amables, pero son fundamentales para crecer.
Cronos devora a sus hijos: miedo al poder, camino a la autoridad
El mito de Cronos devorando a sus hijos muestra otro costado del miedo: el temor a perder el poder. Quien se aferra al control absoluto vive amenazado por la mínima desobediencia. Tarde o temprano, la imposición del poder encuentra su límite, porque ningún dominio es eterno.
Aquí Saturno enseña una lección esencial: el poder se impone, pero la verdadera autoridad se gana. Cuando no reconocemos nuestros propios límites, cuando no sabemos decir que no, el miedo se vuelve síntoma de que algo dentro de nosotros necesita afirmarse.
Saturno, como arquetipo, nos enfrenta a la sombra y nos obliga a definirnos. El miedo aparece entonces como un camino: el inicio de un diálogo con nuestra vulnerabilidad y con la verdad de lo que somos.
El miedo como maestro incómodo
Desde el psicoanálisis, el miedo es la huella del padre y del Superyó: una mezcla de respeto, culpa y amenaza que organiza la vida psíquica.
Desde Jung, el miedo revela la sombra, y enfrentarlo es parte del camino de individuación.
Desde Saturno y Cronos, el miedo es la lección del tiempo y de los límites, y también la diferencia entre poder y verdadera autoridad.
Todas estas versiones tienen el orígen de lo mítico. La mitología es la antigua psicología que hoy heredan los psicólogos y algunos que deciden estudiar a través de la astrología.
En todas estas miradas, -sobre todo a través del tratamiento terapéutico-, el miedo puede dejar de ser solo un enemigo. Puede ser un maestro incómodo, que nos obliga a madurar, a reconocer nuestra sombra y a aceptar que todo tiene un final. Y quizás, al atravesarlo, descubramos que lo que parecía un monstruo era en realidad una parte de nosotros mismos que pedía ser reconocida.
Suele suceder que el crecimiento de las personas, una elección vocacional, un gran paso en la vida, es detonado por un suceso de esos que no nos dieron felicidad: una gran dificultad, una meta muy alta, la superación de un gran temor, de una limitación o un maestro, sirven, si el alumno está decidido a aprender, para elevarse y alcanzar lo que alguna vez algo o alguien, le prohibibió o limitó. Todo crecimiento se da, al revés de lo que estos tiempos plantean, cuando aprendemos a lidiar con el lado duro de la vida. Esto no es una oda al dolor, pero es fundamental enfrentarnos a él para que todos los demás componentes bellos y buenos de la vida, se sumen a esa pericia para seguir y evolucionar a través de los momento escarpados que al final, nos suben de nivel hacia el próximo nivel de sabiduría.
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