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Gabriela Borraccetti

El Universo en tí

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Psicoastrologuia: Plutón y Saturno, el poder y el miedo a perderlo

Todo intento de destrozar a agluien con la crítica o cualquier tipo de agresión; tanto física, como verbal o psicológica; lleva impresa una defensa a la que Freud denominó anal. En criollo, se trata literalmente de "hacer mierda al otro", e intentar convertirlo en nuestro residuo, al cual podemos controlar, retener tortuosamente y expulsar cuando queremos.

Las defensas son parte de la estructura del hombre; sin embargo, se vuelven patológicas, cuando éste las convierte en algo que se vuelve en contra de sí mismo, quedando aferrado a un mecanismo que le impide crecer con tal de preservar su orgullo y una supuesta superioridad o autoridad ofendida, que reacciona con soberbia y tiranía y sobre todo, con muy poca capacidad de mirar hacia adentro y considerar a los demás.






Las personas cuyas cartas muestran el protagonismo de Plutón y/o Saturno en su constitución energética, pueden ser las que con mayor claridad muestren de forma algo más marcada, este tipo de defensas que por lo demás, son comunes en distinta graduación, a todos los seres humanos. 


Los signos de tierra, un Sol protagónico o enlazado a estos planetas y la cruz de los signos fijos pueden colaborar con una forma inamovible de ser, ya que estos últimos son las encargados de "sostener" posiciones más bien invariables. Queda claro que no se acaban aquí los indicadores astrológicos que podrían describir tales defensas, sin embargo está sobreentendido que será tarea del astrólogo hacer sus propias investigaciones y balances una vez situado ante la persona y su carta natal. 


Como para tener algún tipo de referencia, solemos encontrarnos con situaciones en las que podríamos atisbar tal modalidad defensiva en aquellas personas poseedoras de un carácter soberbio, atropellador, humillante, desconsiderado e incluso autoritario, que nos hacen sentir "bajo su dominio" dirigiéndose a nosotros como "sobrantes", o literalmente "mierda". 

Si su estructura psíquica y su grado de consciencia de realidad se lo permitiese, estos individuos harían bien en verificar hasta qué punto se benefician cuando sienten que deben "preservar" una posición a la que consideran, -por algún motivo que se desconoce-, "amenazada". 


Nada mejor que un tránsito del dios del Hades por alguna de nuestras posiciones natales como para enfrentarnos con esas ganas de sacar "la mierda interna" y poder observar cómo pasamos de un estado de profunda ira y frustración, a uno de mayor aceptación e integración de nuestras heridas subterráneas. 




Por lo general, las personas cuyo mecanismo defensivo es preeminentemente anal, se encuentran en un estado interno que configuran como una constante competencia en pro de la superioridad, algo así como una pulseada actuando de modo tal, que la manipulación y la crítica hagan sentir a los que los rodean invadidos, depreciados y agredidos. 

Otra de las referencias a tomar en cuenta, se da en el caso de encontrar nuestro entorno plagado de estas personalidades; situación en la cual deberíamos cuestionarnos acerca de cuánto y qué estamos haciendo como para atraer estas circunstancias a nuestro alrededor. De hecho, son muchas las veces en las que solemos ver en el afuera, aquello a lo que consideramos nefasto en nuestro interior, motivo por el cual tendemos a entablar este tipo de vínculos, y ofrecernos como carnada ubicándonos (y no pudiendo salir); en el lugar del inodoro.


Aquellos que detentan poder, según lo ejerzan en forma autoritaria o representativa, pueden funcionar de ejemplo para este tipo defensivo, en el cual lo que suele estar en juego, es el orgullo. Aquellos que normalmente ocupan sitios de autoridad, pueden desempeñarse de manera tal, que su gestión pueda ser reconocida como la de un liderazgo representativo, o caso contrario, la de un líder autoritario, autocrático.

El límite entre la defensa normal y la patológica será entonces una cuestión de grado, y de diálogo entre nosotros y la realidad, en donde la consciencia puede ser capaz de iluminar la exageración o por el contrario, exagerar hasta deformar los hechos que alimentan su propio mito: el de calcular que el mundo sólo quiere arrebatarle su poder, desestabilizarlos y eliminarlos de la faz de la tierra.


A partir de aquí, quisiera hacer una salvedad: no es cuestión de endilgar al otro el estar defendiéndose "analmente!l cada vez que nos sentimos agredidos como niños a los cuales se les quita un juguete ya que ésto sería utilizar una argumentación como excusa para agredir a nuestro interlocutor, haciéndolo supuestamente apoyados por una ciencia a la que tan sólo conocemos por haber leído algún que otro artículo, libro o curso, lejos de la praxis y la formación necesaria para hacer los tan usuales "diagnósticos" con que hoy nos encontramos al hablar con cualquiera que posea algún rudimento de psicología. 

En este caso es grande la posibilidad de que estemos disfrazando y alimentando nuestras propias defensas anales; bajo la supuesta erudición de un supuesto conocimiento; con lo cual nos estaríamos convirtiendo simplemente en sádicos que aspiran a la perfección de la crítica anal.


Si ante la destrucción real de algo considerado valioso, -la libertad, los valores, la seguridad, la salud, el respeto, el consenso e incluso la vida-, saltan nuestras defensas, podemos inscribirnos en el territorio de la normalidad. Sin embargo, si aquel que siendo responsable de daño real insiste en endurecer su postura, manipulando mecanismos tendientes a conservar un estado de cosas que le reitere un sentimiento de autoridad suprema; entonces nos encontramos ante alguien provisto de defensas anales nocivas debido a un ego que precisa flexibilizarse o que puede ser llamado patológico. 


El hecho de levantar murallas con la realidad y cortar el diálogo con ésta, es lo que define el límite entre lo sano, adaptativo y creativo y lo anormal, lo destructivo y lo enfermo.

Las defensas anales sólo se proponen salvar al ego a costillas de de "hacer puré/mierda/basura/caldo/sopa/trizas/pomada/etc., a los demás. Cuida de este modo, el no perder su autoridad, su sitial, su trono, su importancia y su orgullo y actuará cuando sienta amenazado su sitial intelectual, emocional y afectivo, espiritual o práctico y ejecutivo.

Se trata de un YO sin capacidad de reconsiderar el precio que paga por su inflexibilidad, que de llegar al extremo, transforma lo sano en patológico según su posibilidad de diálogo con la realidad. Aquello de lo que alguien perturbado se defiende, pasa a jugarse más en el terreno de lo imaginario en donde el diálogo con la realidad se ve interrumpido por la rigidez de su sistema defensivo. El sujeto va inventando mecanismos y argumentos cada vez más complejos, para sobrevivir imaginariamente indemne a la amenaza que percibe como proveniente desde el exterior y que conlleva, para su percepción deformada, el peso de una muerte real. 


Quizá haya sido este el caso de Hitler, que encontró en los Judíos, la percha en la que colgar su patología y su visión deformada de la realidad en donde su ideal de perfección y pureza, se veía; -siempre según su mente perturbada-, amenazado por una raza a la que él creía inferior y digna de extirpar (o hacer cagar, en lenguaje procaz) al mejor estilo anal.

Desde lo normal a lo patológico, se extiende un arco de innumerables graduaciones y podemos ir de una simple discusión entre dos personas en donde una quiere "pulverizar" a la otra por considerar atacado algo que aprecia en sí y para sí; hasta aquel que realmente nos tiene como objetos a los que victimizar para sentirse fuerte e importante. Podemos ir desde un "me cagaste" hasta un "me mataste"; caso este último que nos muestra muy claramente, el serio compromiso de una consciencia que quiere ser el mundo y actúa como un creador, y un dios supremo que decide por la vida y muerte de los demás.

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