Soledad contemporánea: la gran desconexión emocional
- Gabriela Borraccetti
- 28 jun
- 6 Min. de lectura
La soledad y sus causas: no estamos solos, estamos ciegos
El mundo actual no sufre de soledad por falta de gente, sino por falta de lazo. Nunca antes hubo tantos cuerpos tan cerca y tantas almas tan lejos. Habitamos un tiempo de sobrepoblación de estímulos y una hambruna de vínculos. Y, sin embargo, el diagnóstico es falso: se habla de aislamiento, cuando el verdadero colapso es de otra índole.
No estamos solos: estamos ciegos. Ciegos al otro como sujeto. Ciegos al cuidado como principio. Ciegos al desastre espiritual que se produce cuando se elimina de la cultura el corazón de lo humano: el vínculo.

I. El abandono del principio yin y la esclavitud del mercado
La raíz no está solo en la tecnología: está en el abandono progresivo del principio yin, y en una economía que se presenta como de "libre mercado" pero que, en la práctica, encarcela al individuo en una lógica brutal de productividad, eficiencia y rendimiento. Esta economía no es realmente libre para el ser humano, sino que impone un mandato inexorable de producir, competir y rendir, sin pausa ni cuidado.
La economía contemporánea es esclava del principio yang hipertrofiado: exige acción constante, sacrificio sin red, presencia sin descanso. Es un sistema que habla de libertad, pero somete al sujeto a una forma de esclavitud moderna, donde el valor se mide en resultados y no en vínculos, y donde el tiempo personal y afectivo es un lujo inaccesible.
Este mercado brutal es la base que aplasta toda forma de cuidado, ternura y vínculo, desplazando lo materno, lo simbólicamente femenino y lo receptivo. La cultura que se presenta como emancipada y progresista, es en realidad el producto final de siglos horadando y despreciando lo yin como debilidad o atraso.
El arquetipo de lo femenino —no como mujer biológica, sino como principio psíquico y relacional— ha sido subordinado al poder, a la acción y al control. Se impuso lo yang sin escucha, sin sombra, sin matriz. No es casual que la figura de la diosa haya desaparecido del horizonte religioso y que las mujeres nunca hayan sido centro de una espiritualidad pública verdadera. Lo femenino fue tolerado solo si se sometía a lo masculino.
Cuando se rompe este equilibrio simbólico, no queda poder. Queda vacío.
II. La caída del cuidado: de la madre omnipresente a la tercerización afectiva
Durante siglos, la estructura afectiva estuvo sostenida por la mujer madre, la cuidadora invisible que lo hacía todo y sacrificaba su libertad. Cuando esa figura colapsó —con justa razón—, el cuidado no fue redistribuido: fue abandonado.
Hoy, muchas mujeres no temen maternar solas —como ocurre en Suecia, donde esta elección crece—, pero lo hacen alejándose del hombre para evitar una compañía que no acompaña, un estar juntos que no contiene ni compromete. El compromiso afectivo se ha roto y eso genera una desolación profunda, aunque haya compañía física.
La maternidad es postergada, externalizada, dudada. Muchas mujeres no saben si quieren tener hijos, o no se animan porque no tienen redes, ni apoyos afectivos. Cuando se animan, el cuidado se terceriza: jardines, niñeras, estimulación temprana, delegando la responsabilidad primaria y el lazo.
La figura arquetípica de "Susanita" fue ridiculizada y reemplazada por una estética confusa que expone el cuerpo como mercancía y trata la sexualidad desde una lógica masculina e inmediata. Pero las mujeres no desean ser objeto ni repetir el desamor. Por eso se retraen.
Este texto no es un manifiesto feminista sino un diagnóstico espiritual: la espiritualidad cultural quedó renga por la ausencia del arquetipo femenino en el centro, que ahora camina con un solo pie, ve con un solo ojo y respira con un solo pulmón.
III. Soledad sin relato, deseo sin llama
La sociedad es productiva pero desfondada. La gente trabaja largas jornadas por un bono, llega a casa sin fuerzas para hablar. Los vínculos se inician por interfaz, se editan como perfiles y se cierran con un bloqueo. La juventud crece entre algoritmos, padres ausentes y jardines maternales sin tiempo para el alma.
El deseo erótico cae no por pudor sino por falta de algo que justifique de manera más concisa y significante, el encentro con el otro que a estas alturas, genera más miedo que buenas espectativa. El amor muere de agotamiento, de sed de significado. El sexo se reduce a función sin profundidad; el cuerpo se usa pero no se habita. Por eso son famosas las sesiones de masturbación dentro de las habitaciones de adolescentes y no tan adolescentes y la queja de la regla 20 80, -eso de que solo existe un 20% de hombres deseables y un 80 descartable, que tiene un pequeño problema: han perdido en sensibilidad mínima y han ganado en dolor, enojo y egoísmo máximo. Poder reponerse a una reconfiguración de roles, no iba a ser fácil. Pero ya hablaremos del feminismo con detalle en otros artículos
IV. Políticas ciegas, respuestas huecas
El colapso demográfico de los países ricos no es por comodidad ni egoísmo, sino por un trauma cultural no reconocido. Se ofrecen incentivos económicos para tener hijos —como en Corea del Sur, con pagos de hasta 40.000 dólares— pero no se provee red afectiva, tiempo ni comunidad. El sentido no se compra.
La caída poblacional es una señal de un mundo que ha recortado lo humano hasta vaciarlo. Donde el trabajo ocupa todo el día, la culpa por no ser "proactivo" sustituye al sentido, y la jubilación es una condena a la soledad en edificios silenciosos donde nadie toca la puerta.
Los ancianos mueren solos en sus departamentos. Las ciudades envejecen sin ruido ni vida. No hay maternidad sin red, no hay familia sin tiempo, no hay humanidad sin vínculo. Todo lo demás —apps, planificaciones, coaching, neurociencia— es suplemento. Nada reemplaza el alma.
V. El desequilibrio fatal: un principio yin destrozado y un yang sin cabeza
No solo hemos destrozado el principio yin, sino que el principio yang fue reducido a su expresión más bruta, ciega y desbocada. El antiguo proveedor, que alguna vez tuvo responsabilidad de sostener y cuidar, perdió ese compromiso.
Desde Poncio Pilatos hasta hoy, la historia está marcada por líderes que se lavan las manos, evaden responsabilidad y ejercen un poder idealizado por el poder mismo. No es casual que muchos líderes actuales sean brutales; esta brutalidad no es nueva. Nerón, Poncio Pilatos y otros encarnaron un poder sin equilibrio, que destruye al otro cuando se siente amenazado.
Este desequilibrio no debe interpretarse como un artículo feminista o como una sublevación del yin, que brota como vapor de una caldera a presión donde fue reprimido. No se trata de lucha de géneros sino de una amputación cultural profunda que distorsionó la relación entre acción y cuidado, fuerza y receptividad.
Sanar requiere restablecer un equilibrio genuino, donde ambos principios se reconozcan y colaboren, donde el poder sea creación y el cuidado sostén.
VI. No hay salida sin volver a mirar lo destituido
La solución no es retroceder ni avanzar ignorando el daño. Es mirar, reconocer lo eliminado. Recuperar el principio yin no como adorno, sino como base. Reponer el lazo en la arquitectura del sentido. Valorar lo que no rinde, no se mide, no se vende ni compra. El tiempo nuestro y el de los demás. La amabilidad, el respeto. Cosas básicas que no están y se van yendo cada vez más.
El principio destituido —el yin, el cuidado, lo femenino— no era un accesorio: era, es y será la puerta misma por la que entra la vida al mundo. Sin él no hay comunidad, no hay siquiera futuro. Los problemas demográficos hoy, -la falta de gente joven en un país-, se suple con inmigración a la vez que se la culpa de "quitarles algo" a los nativos. Es un mundo loco, con mucha falta de amor y unos argumentos pobres que se encuentran por internet, escrito por tener likes y sin fundamentos. Cuidado. Solo quedan guerra, conflicto, mercado y soledad si no adquiere valor lo femenino, contenedor, yin o como desees llamarle a lo receptivo, pasivo y femenino.
¿Estamos solos?
No.
Estamos ciegos.
Sin ese ojo que ve lo invisible, la soledad es inevitable.
Solo cuando cambiemos el concepto de femineidad y lo dejemos de tildar como "sensibilidad", vulnerabilidad y descarte no productivo, podremos retomar el camino del crecimiento en todos los sentidos. No siempre vale lo que tiene precio. Recuérdalo. 🔗 Si te sentís reflejado en este texto y estás buscando un espacio de acompañamiento emocional, podés conocer mi propuesta de terapia online:
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