Plutón no se sabe muy bien si es nacido del principio yang, pero tiene muchas de las formas de trabajar del yin, esa que subterráneamente, te envenena pero sin puñal, si hacerlo de frente como Marte. Por eso, entre otras cosas, rige las placas tectónicas, esas que por arriba, en lugar de verse como una fisura o grieta, se observan como una montaña maciza, indestructible, compacta y gigantesca.
Plutón es esa rajadura que se abre bajo tus pies cuando esas placas se mueven y derrumban todo lo existente a tu alrededor en un terremoto y dentro de tí si lo que se abrió, es algo que estaba en la oscuridad inconsciente. Plutón es esa ola gigante que se abalanza sobre la tierra cuando la apertura se ha hecho en el fondo del mar.
Plutón es ese agujero negro que dentro de la consciencia, esconde todo lo que no podemos ver de nosotros y al salir, rompe con las máscaras del ego. Plutón es, en el cementerio o en cualquier lugar, los muertos, cuya existencia se deduce por la contundente lápida o por el pasto verde que creció y la ocultó. Plutón es el petróleo, que se formó de putrefacción acumulada y sale como un chorro potente y negro a la superficie cuando se lo encuentra a mucha profundidad.
Plutón es la riqueza que divide a la familia cuando muere el tío rico o cuando un pariente quiere matar al poseedor para arrancarle la fortuna. Plutón siempre que asoma, es la cara impiadosa que hemos soterrado, trae negrura, trae lo que se ha negado, lo que se ha reprimido, enterrado, escondido. Trae lo que no podemos ver jamás en la faz bonita de nuestro pulido ego y que previo a la catástrofe interna, vemos asomar como un sádico en los demás.
Plutón no tiene medias tintas ni jamás se queda en la mitad: te parte en dos orillas irreconciliables para que algo contenido en el fondo del alma surja. Es un sinceramiento forzoso de la mierda que hemos tragado hasta en el cuerpo cuando asoma como un tumor. Es también la posibilidad de sanar, de reconstruir, de rehacer el suelo que ha quedado destrozado. Es la capacidad de reverenciar la fuerza que tiene lo que no vemos, única capaz de modificar a fondo una situación que ha permanecido enterrada envenenándolo todo. Es la ferocidad que desmantela lo que falsamente hemos blanqueado con maquillaje social, represión brutal y lapidación, enterrando lo que no queríamos ver, oir, saber.
Plutón siempre convoca a los muertos a revivir y quien tenga más en su placard, más almas dolientes y llenas de odio despertará del/pasado para traer a su presencia. El odio más inexplicable es el de Plutón, porque de tan viejo, se vuelve desconocido y reclama reconocimiento; porque viene de los lugares más conocidos en los que suponíamos, había solo un agujero, una tumba, algo que enterramos y tapamos para no confrontar con el deseo de otros que nos querían amputados de alguna cualidad esencial. Plutón entonces se venga por esa profanación y un día sale.
Plutón es lo que alguien dice y el resto siente como amenaza a su propio poder, retirando al Tártaro al incauto que pronunció esas palabras. No obstante, el incauto regresa por otro lugar. Siempre regresa como un síntoma con el mensaje colgando de sus labios presentándose ante quien lo desoyó por temor profundo; y quienes albergan profundos temores, son quienes temen perder su propio poder. Plutón asoma cuando la defensa ocupó el lugar de la aceptación del pánico . Regresa a la superficie con su mortaja pestilente y sus dientes llenos de venganza a reclamar su puesto en el altar de nuestra vida. Y podremos hacer todo el esfuerzo del mundo para volver a enterrarlo detrás de nuestro intelecto, de nuestras razones, de mil mantras y afirmaciones positvas, que él se quedará allí y se nutrirá aún más cuanto más lo neguemos. Comienza a mirar la montaña quieta, al pasto que pudo cubrir muerte, a la piel que puede estar tapando un tumor, a la sonrisa máscara que oculta el veneno del ultraje. Comienza a sentir que el volcán late. Y cuando su corazón de lava despierta, no se detiene. -Publicado por primera vez en diciembre de 2015
Comments