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Gabriela Borraccetti

El Universo en tí

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Psicoastrologuia: Plutón, la trayectoria del alma por vía materna

Cada vez que hablamos de Plutón se nos hace muy fácil resaltar sus efectos con las palabras "muerte y resurrección" y es que para renacer y sobrevivir a cualquier situación, hay que dejar completamente una anterior, algo así como la vieja piel de la serpiente, el deformado pico que el águila deberá arrancarse para poder seguir alimentándose e incluso el momento de pasar por el canal del parto dejando el útero y la fusión con la madre para adquirir, si lo logramos, vida propia.

No obstante, Plutón siempre guarda un hilo que como una cadena invisible, -la invisibilidad es otra de sus características-, nos une al pasado y a la historia de nuestra evolución, lo cual en algún sentido es el escalón más profundo de la Luna que astrológicamente describe tan solo el pasado personal.





Por lo tanto, siendo este planeta el regente de Escorpio y denominado generalmente en su faz masculina como el "dios del Hades" , tiene mucho de femenino, de diosa Ereshkigal, de Perséfone, de Core, de Démeter y del costado matriarcal de la naturaleza. Si sumamos a esto su cualidad de octava superior de la Luna, podemos relacionar su dominio con la línea materna y por lo tanto con la historia de la madre de nuestra madre, es decir, de la abuela.

Escorpio es un Signo receptivo por su cualidad de Agua y su relación con la afectvidad, sin olvidar que de los tres que pertenecen a dicho elemento, junto con Cáncer y Piscis, es el único que se aviene a sacar las garras frente a la ofensa, adquiriendo de este modo correlación con la energía marciana, aunque no bajo la modalidad típicamente masculina de la agresividad. En este caso, lejos de una acción frontal y directa, se presenta como el Marte "nocturno", ese cuyo modo de actuar serpentea en las penumbras y que prefiere envenenar antes que golpear o disparar de frente.

Dicho esto creo que Escorpio es mucho mejor descripto en acción por Plutón antes que Marte, ya que éste es de re-acciones viscerales y actitudes vengativas, producto de la acumulación y represión del enojo, la ira, la agresividad y la descarga motora de lo que es genuinamente marcial. Las mujeres sabemos muy bien que nos está "prohibida" la manifestación de los golpes, los gritos o el enfado, así como también la preocupación por nosotras mismas sin tomar en consideración lo que sentirán los demás. Hacerlo, conlleva descalificativos hacia nuestra persona como los de "locas" o "malas" y muchas veces genera la condena social espetada en frases del tipo de "nadie va a quererte" o "nunca te vas a casar".

Por tal motivo, cuando en una discusión abrimos la válvula de los reclamos, éstos suelen estar conjugados en tiempo pretérito y ser la "famosa lista" de reproches que tanto detesta el hombre escuchar cada vez que aparecen las dicordias de pareja. Del arcón de las causas archivadas pero no olvidadas, salen a relucir desde el día en que no nos regaló flores en el primer cumplemés, hasta la última vez que no notó nuestro nuevo corte de pelo o que arruinó nuestra fiesta de cumpleaños por sus celos; todo eso sin distinguir graduaciones ni importancia, conformando un paquete de hedor profundo y por cierto, bastante podrido por llevar tanto tiempo en el almacén del veneno.

Bajo esta perspectiva, sería lógico que si de hilos históricos, femeninos, profundos, invisibles y hasta sexuales hablamos, nos dirijamos al hablar de Plutón, sobre los rastros de la abuela materna.




En principio puede parecer algo difícil hallar una conexión entre el sexo y la historia, pero la biología nos da una excelente pista al contarnos que hemos estado en "potencia" o latentes desde el momento en que la abuela estuvo embarazada de nuestra madre. Los que posteriormente serían los óvulos de mamá, fueron fabricados ya en el vientre de su mamá y por ende, hemos absorbido como mínimo, lo que sentía la abuela respecto de ese embarazo, de su marido, de su familia, su hogar y su entorno. Si estaba segura, si no lo estaba, si se sentía protegida o no. Todo el inconsciente familiar y los datos ocultos y oscuros de la tradición y la historia, se transmiten genéticamente a través del ovocito que fuimos en un vientre denro de otro vientre.


El Signo, la casa y los aspectos de Plutón, no solo contarán de qué modo hemos de resolver las crisis de nuestra existencia, sino qué factores familiares no resueltos deben ser trasmutados para poder avanzar el alma. Si pudiéramos acceder a la historia parental anterior al capítulo materno tendríamos una llave bastante adecuada como para comprender mucho mejor, que es aquello que dentro nuestro se retuerce muchas veces sin poder saber de donde viene.


Plutón guarda esas emociones indefinibles y desproporcionadas con respecto a lo que las despierta, ya que entre otras cosas, contiene toda la rabia infantil de nuestro desarrollo preverbal, aquel estado que nos impedía nombrar lo que necesitábamos para no sentirnos amenazados por el dolor, el hambre, la necesidad. Como explicar que no queríamos teta cuando nos dolía el estómago?. Como evitar la tortura de ir al médico cuando nuestra queja era por hambre?. Como podíamos lograr que no nos masajeen la panza cuando no eran gases sino mimos?. Como lograr obtener exactamente lo que queríamos sin tener que vernos forzados y sometidos a lo que otr@ decondificaba de nuestro estado?

Plutón expresa la impotencia que se siente al ser pasivos de lo que otro hace, dice o interpreta, siendo condición del abuso aquella que dice que solo es posible cuando una de las partes está en superioridad de condiciones respecto de la otra. De este modo, todos hemos sido víctimas pasivas del otro en tanto hemos sido infantes, y en esta línea y más profundamente, ovocitos depositarios del ambiente, historia y afectos de la abuela.

Los tránsitos de Plutón se caracterizan por el quantum emocional, no existiendo forma de solucionar lo que sentimos a través de la palabra, la lógica o la razón. Lo inconsciente no puede ser abordado con simples fórmulas ni con los términos que normalmente la astrología o, mejor dicho algunos astrólogos, pretenden recetar para "calmar" el tránsito: "trascender, trasmutar, soltar o transformar". Esto pasa a ser una aspiración romántica y poco plausible, en tanto que el trabajo con los sueños y los símbolos, son mucho más eficaces para tratar de hallar un significado a esas emociones juzgadas como "malas" que yacen en el lado oculto de nuestra psique.


La energía plutoniana es una energía serpentina, indefinible y muda, cuya aparición trae consigo un volcán irracional que tendrá que reventar como un forúnculo para eliminar pus. Si lo que nos ha enfermado se lo debemos a la represión, a lo no verbalizado y soterrado en el Tártaro por la sociedad en beneficio de "las buenas formas" que provienen de Libra, lo que nos sanará tendrá que ver con levantar las barreras y acoger con mayor comprensión, incluso aquello que nos parezca algo inaceptable como el odio, el rencor y la revancha.

Según cuenta la mitología, Enki se había propuesto rescatar a la diosa de la fertilidad, Innana, quien había descendido al infierno para luchar con su hermana Ereshkigal, diosa del inframundo y la muerte. No obstante, resultó vencida y asesinada, pasando la tierra a padecer por su ausencia, de la amenaza de extinción que sobrevino. Ninguna especie deseaba ya reproducirse, por lo cual, para frenar el reino de la muerte a la que llegaría el mundo si desapareciera el deseo sexual, sería necesario volver a la vida a Innana. Para ello, Enki creó unas criaturas sin sexo que se compadecieran de Ereshkigal y bajando al submundo, recitaron una especie de reconocimiento que le permitiera sentirse aceptada. Ante el odio que ella manifestaba y los desgarros que relataba, las criaturas decían "pobre de tí, pobre de tí"; y es que en el fondo, el deseo de que todo muera a nuestro alrededor, no es más que falta de profunda aceptación, el desdén por la propia vida, algo que Ereshkigal sentía vivamente por haber sido soterrada y condenada a vivir en la oscuridad, como esas partes de nosotros que desearían no ser condenadas al destierro.

Al sentirse aceptada, devolvió el cadáver de su hermana al que llevaron a la superficie y al cual aplicaron el "agua de la vida". Renacida, volvió a poblarse y reproducirse la existencia.

No quiero dejar de mencionar que en el caso del ovocito, se puede ver la representación de las criaturas sin sexo que creó Enki, puesto que el óvulo al ser fecundado, define su sexo en el acto de concepción.




Después de escribir tantas veces la palabra aparearse, reproducción, sexo, vida, muerte, rencor y odio, se me ocurre la escena de una parturienta, a la cual, -como en muchos casos-, al momento de parir, se le advierte que si le gustó acostarse con un hombre, ahora debe aguantarse el dolor. Cuanto rencor debe haber en estas mujeres que asisten mujeres?. Cuanto de él puede guardar una madre por el dolor de parirr?. Cuanta bronca puede causar que se nos castigue por los tabúes que conforman nuestra sociedad?.

Simplemente recordar que es por la condición de sexuados, -la cara fértil de Innana-, que estamos sujetos a la muerte, -la faz de Ereshkigal-, ya que la otra forma de reproducción es por mitosis, en la cual el sexo no interviene y una célula se divide a sí misma en otras dos, y esas dos en otras dos y así sucesivamente sin pasar por procesos de muerte. Los seres que venimos al mundo por reproducción sexual, encontramos una forma física de sobrevivir a través del ADN, siendo el mensaje de Plutón la actualización constante del pasado en nuestro software inconsciente y la capacidad de sobrevivir más allá de los límites de lo visible.

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